En esta interesante conferencia titulada “Como la comida da forma a nuestras ciudades” (How food shapes our cities) Carolyn Steel reflexiona sobre como agricultura y urbanismo son fenómenos interdependientes que nacen en el mismo lugar y en la misma época y como nuestra dependencia de la comida ha condicionado la forma de las ciudades, al menos hasta la revolución industrial, momento en que la conexión directa con la naturaleza, a través de la alimentación, empezó a diluirse hasta el día de hoy en que a duras penas distinguimos una acelga de una espinaca y no digamos ya, identificar que planta produce berenjenas o pimientos…
Ya lo decía Aldo Leopold allá por los años 40 del pasado siglo: “Hay dos peligros espirituales en no tener una granja. Uno es el peligro de suponer que el desayuno procede del colmado, y el otro que el calor procede de la caldera.” Lamentablemente nos hemos dado de bruces con estos dos peligros fundamentales y resulta que estos son los dos pilares sobre los que se asienta la insostenibilidad de nuestra sociedad actual: desconocer de donde procede la energía y los alimentos que utilizamos …
Leopold también propone una solución a ambas pero yo sólo avanzaré la primera: plantar un huerto -para conocer la segunda os remito al texto original ("Una ética de la Tierra" , fragmento del capítulo: El Buen roble.)
Yo creo, al igual que Leopold, que ahí reside el meollo del asunto ya que si todos tuviéramos un huerto, o al menos plantáramos una lechuga en nuestra vida cambiaría completamente nuestra visión del mundo, porque plantando un huerto: 1)uno se da cuenta de lo difícil que resulta conseguir que crezca una lechuga 2)uno se ve obligado a mirar al cielo, saber qué temperatura hará o si va a llover… o sea, se ve obligado a “reconectar” con la naturaleza, simplemente para que no se le muera la lechuga 3)a uno le sube enormemente la autoestima al comerse una lechuga cultivada por él mismo (si tiene éxito, claro!) 4)uno fomenta su independencia energética 5)uno cuida su salud si no usa pesticidas ni fertilizantes industriales, ni productos transgénicos 6)uno ahorra energía (con los transportes, almacenaje, envoltorios…) Para los que tienen un huerto esto parecerá una obviedad pero para los urbanitas industrializados como yo estas resultan ser revelaciones casi místicas.
Cuando me formulan la famosa pregunta: “Y que pueden hacer las personas de a pie para ser más ecológicas/respetuosas con el medio ambiente/sostenibles/para luchar contra el cambio climático/o como quiera que formulen la pregunta…” Yo acostumbro a responder como Leopold: que planten un huerto -en una maceta, en una ventana, en la terraza o en el balcón, en el terreno de sus tíos o en el solar abandonado de al lado de su casa… que planten un huerto! Hoy plantar un huerto es un acto mucho más revolucionario que alzar una bandera sea del color que sea. Adaptando la famosa frase revolucionaria del 68: “Levantad los adoquines, debajo está la huerta!” .
Como la propia Steel dice al final de su charla “Sabemos que somos lo que comemos, pero tenemos que darnos cuenta también que el mundo es lo que comemos. Podemos utilizar la comida como una poderosa herramienta para construir un mundo mejor.”
por Lluís Sabadell Artiga (artwork+hibrids 2.0+post-oil cities)
Via: Ecosistema Urbano
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